sábado, 29 de enero de 2011

Los Estados del Alma: La estructura incorpórea: Introducción al pensamiento kabalístico II

2:1 El egoísta parece más «natural», «espontáneo» siendo que hace lo que siente, mientras que el altruista debe pensar en la consecuencia de sus actos.

2:2 En ese contexto el judaísmo no es «natural» pues cada acto que el hombre realiza debe ser el resultado de un proceso de evaluación de la realidad para prever la consecuencia que nuestros actos van a generar. Ese proceso espiritual se denomina en el lenguaje espiritual judío, mitzvá.

2:3 No codiciar, no engañar, no asesinar, así como cada una de las 613 mitzvót son los desafíos de la vida espiritual judía para que superemos la naturaleza instintiva y alcancemos finalmente nuestra verdadera naturaleza: el altruismo.

2:4 Egoísmo y altruismo son dos formas de pensar, de sentir y en última instancia de vivir, que pueden revestirse en un sistema político, religioso, filosófico, etc.

2:5 El egoísmo tiene en su interior el germen del mal, de la oscuridad. El altruismo, por el contrario es la fuente del bien, de la luz. La luz disipa la oscuridad y es precisamente por ello que en lugar de hacer hincapié en luchar contra la oscuridad debemos revelar luz.

2:6 ¿Cómo hacerlo? Implementando sistemas educativos basados en modelos altruistas. Sólo así podrá surgir una nueva generación que luche auténticamente por la justicia y la paz.

2:7 El «mejor» sistema socio-político-económico está destinado a fracasar mientras el hombre continúe actuando en forma egoísta. En cambio el «peor» de los sistemas va a ser efectivo en alcanzar la justicia y la paz cuando adoptamos una actitud altruista.

2:8 El camino egoísta conduce finalmente al odio y a sociedades insatisfechas que procuran permanentemente «nuevas experiencias» olvidando el desarrollo espiritual que les brinde el componente para poder armonizar sus vidas.

2:9 El único cambio duradero que podemos lograr en nuestra vida es en la actitud interior, lo que deseamos en nuestro corazón.

2:10 En sus intentos por comprender la estructura de la realidad, sus principios y la relación causa-consecuencia que la rigen, el hombre concibió variados sistemas para analizarla.

2:11 Aquellos que consideran que «la naturaleza» controla los procesos de la vida, postulando que «una fuerza mecánica» denominada naturaleza impulsa a todos los estratos y seres, tanto minerales, vegetales y animales como humanos, a «desarrollarse» a través de «procesos de selección natural»; creando así nuevas formas sin otro objetivo que la supervivencia física.

2:12 Algunos sistemas determinaron que la casualidad y la selección natural no pueden crear nada inteligente, y que por detrás de todo debe haber una conciencia y una voluntad. Llegaron entonces a la conclusión de que hay dos fuerzas: una que genera el bien y otra el mal.

2:13 A partir de estos sistemas surgieron aún otros, según los cuales cada acción y cualidad es generada por otra fuerza. Así, la belleza, la música, el tiempo, etc. eran cada una producto de una deidad determinada.

2:14 Otros, finalmente, reconocieron que toda la realidad está interrelacionada aceptando que hay «una fuerza única» que rige todos los procesos. A partir de esta última idea se consolidaron muchas de las religiones y filosofías que se relacionan con dicha concepción de diferentes formas:

2:15 Los que creen que los actos humanos tienen una influencia insignificante en la realidad y que la existencia sigue casi indiferentemente su curso. Esta percepción de la realidad conduce finalmente a actuar de acuerdo a lo que cada uno sienta y piense, «liberando» a los seres humanos de todo compromiso y responsabilidad con respecto al prójimo, la sociedad y todas las formas en que la vida se manifiesta.

2:16 Toda concepción educativa que se base en este modo de pensar está destinada inevitablemente a degenerar en las formas más bajas del egoísmo.

Estos sistemas en última instancia se relacionan con los de la naturaleza (2:11), antes expuestos, ya que a pesar de «reconocer» una única energía creadora, la perciben como una fuerza automática completamente desligada de la conciencia y la actitud humana.

2:17 Los que piensan que las acciones de los hombres sí influyen aunque sólo a nivel general.

Aquí encontramos una conciencia un poco más desarrollada, siendo que a partir de esta forma de entender la realidad comienza un «cierto compromiso» con respecto a los otros seres.

2:18 Los que comprenden que los actos humanos influyen en todos los aspectos de la realidad. En este grado la conciencia y el compromiso con el prójimo, la sociedad y la justicia son mayores, puesto que surge la certidumbre de que cada acción tiene su consecuencia. Pero aún no es suficiente para corregir el egoísmo y transformarlo en altruismo, dado que poseen muchas sabidurías y modos de evaluar la realidad pero aún carecen de criterios objetivos para aprehender los principios que rigen y generan las acciones humanas.

2:19 La Torá codifica y define la conducta humana a través de la tradición escrita y oral, educando al ser humano a prever los efectos de sus actos.

La percepción judía de la realidad le revela al hombre, si éste la aplica correctamente, las consecuencias de cada pensamiento, emoción y acto. Por ello la ley judía, la Halajá, especifica meticulosamente la relación del hombre con su prójimo y con todos los seres y ámbitos de la realidad, tal como está codificado en el Talmud.

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